Un interno de la prisión de Ptzen, en la República Checa, se despertó de madrugada y empezó a llamar a los guardias a grito pelado. El problema: el hombre de 37 años de edad presentaba una pertinaz erección. Cuando todo el mundo entendió que no se trataba de una broma, derivaron al hombre a los doctores de la unidad carcelaria. No pudieron ayudarlo.
Como el convicto, purgando una condena por robo, se quejaba de tremendos dolores lo trasladaron a un especialista en Praga. Allí el hombre fue intervenido quirúrgicamente. Al parecer, padecía de una rara condición conocida como "priapismo" o turgencia persistente del pene en ausencia de excitación sexual. Operativamente se define como aquella situación que persiste después de cuatro horas sin ningún estímulo.
Después de la intervención (que consiste en liberar la sangre que queda atrapada en el pene durante la erección) el hombre fue llevado a su casa. "Allí, bajo el cuidado de su esposa, tiene muchas más chances de recuperarse que en la cárcel", dictaminaron los médicos. |