Robyn Eades, habitante de una exótica isla de Tasmania, exporta sombreros a lugares tan remotos como Siberia. La mayoría de sus diseños están enteramente realizados en piel de gato.
Según explica un cazador que provee las pieles, se trata mayormente de gatos silvestres que abundan en la isla aunque admite que más de una vez su botín se nutre de algún minino doméstico con mala suerte. Todas las semanas Robyn recibe un cargamento de pellejos congelados a los que limpia y procesa para hacer las prendas.
Los gatos silvestres en esta zona son demasiados y por ese motivo se emplea a guardas que cumplen la tarea de reducir su población. Ahora, gracias a la emprendedora, la faena tiene una recompensa extra. La señora, de sesenta años, explica que "los gatos son un problema en la isla y yo transformo su piel en algo útil".
"Yo siento que los estoy salvando de su destino. Van a vivir por siempre en mis creaciones". |