Sólo una nostalgia enfermiza por la feliz época en que se escondía en el armario puede llevar a un diseñador a construir una casa dentro de uno, tal y como lo hizo Adam Norton, quien para muchos ha resuelto el problema de la sobrepoblación en menos de un metro cuadrado.
Esta vivienda hace que hasta hoy la palabra "mono-ambiente" haya sido un término exagerado y convierte a los agentes inmobiliarios en santos guardianes de nuestras pasadas inversiones, pero les deja la difícil tarea de promocionar un habitáculo de estas características.
Una de las ventajas del "micro-ambiente" diseñado por el Señor Norton es que al quemarse algo en la cocina podrás apagarlo al instante con los dedos del pié, pues el horno está a unos pocos centímetros de distancia de la cama, que por cierto, demuestra que dormir en posición horizontal es un viejo paradigma mandado a recoger.
A propósito de la cama, en esta "casa" -si se puede llamar de esa forma-, todo tiene una doble función y el lecho de amor es al mismo tiempo el trono de las expulsiones intestinales, las cuales caen a un recipiente del cual esperamos -este sí- que cumpla esa función exclusiva.
Por su parte, la cocina hace las veces de lavamanos, una asignación nada original, pero que en habitáculos de este tipo corre el riesgo de llevar a una confusión entre la taza del café y el vaso para lavarse los dientes.
¿Te parece pequeño? Todo es cuestión de perspectivas. "No es pequeño, es íntimo", dirán sus creadores. |